Desde que somos pequeños, el poder y la lucha por conseguirlo es algo presente en nuestras relaciones. En la infancia, este conflicto predomina en torno a los 2-3 años con el inicio de las normas y la puesta en marcha de los niños/as de conductas desafiantes para conseguir una posición de poder en la familia. En función de cómo se resuelva este tramo, condicionará la estructura familiar y cómo se relacionará este niño/a con el poder en otras etapas evolutivas importantes a lo largo de su vida. Es así por tanto como comienza el ser humano a posicionarse en las relaciones sociales y en las relaciones íntimas o de pareja.

Muchas veces pensamos que estos conflictos por el posicionamiento en las diferentes relaciones es algo explícito, pero la mayoría de las veces se instaura poco a poco y de manera muy sutil y casi de forma inconsciente. Por ejemplo, ¿Cuántas veces os habéis encontrado discutiendo por absurdeces en la que si analizas el contenido de la discusión no tiene apenas sentido, pero que sentís que es algo muy relevante llevar la razón o no dar el brazo a torcer? Es en estos momentos cuando posiblemente nos estemos encontrando en un conflicto por lucha de poder o estructuración relacional, pues no es tan relevante el contenido de la discusión, si no cómo acaba todo y quién se sale con la suya.

A lo largo de la vida pasamos por diferentes etapas donde esta estructura puede cambiar, pero dentro de estos cambios, las relaciones y por tanto las parejas suelen tender a la estabilidad. Las personas tendemos a regularnos de la misma manera y por tanto una persona que tiende a ser dominante en sus relaciones luchará de manera innata por llevar la razón y posicionarse así por encima del otro miembro en la estructura relacional.

Se llaman momentos de tensión o discusión aquellos en los que se juegan los roles de cada miembro de la relación y perder o ganar puede ser una reafirmación o momento de cambio. ¿Qué sucede cuando alguien que está acostumbrado a llevar la razón y a que se la den, de repente no se la dan? O ¿Qué sucede si siempre intentamos salirnos con la nuestra y en una discusión somos capaces de entender a la otra persona y decirle que tiene razón? Es aquí cuando las dinámicas habituales comienzan a variar y entonces puede haber lugar para el cambio.

¿Cómo empezar a transformar la relación?

Lo más importante en todo esto es ser consciente de la dinámica que estáis teniendo y del rol o posición que estáis ejerciendo cada uno. Una vez seáis conscientes de esto, como equipo debéis id identificándolo en vuestros conflictos diarios “ves, ahora estamos actuando en nuestra dinámica habitual. Tu estás callándote lo que te molesta y yo estoy intentando llevar la razón”. Ser consciente de si en esta discusión es relevante el contenido de la discusión o si es un problema relacional (una lucha de poder más).

Otro aspecto a tener en cuenta una vez hemos sido conscientes de cómo es nuestra relación y en qué momentos aparecen nuestras dinámicas habituales, sería adecuado intentar fomentar una comunicación abierta en la pareja “cuando haces esto, yo me siento…”. De esta manera cambiamos de foco. Ya no nos fijamos en el contenido de la discusión de si los calcetines están bien en el salón o en la habitación, si no que ponemos el foco en la relación y en cómo nos hace sentir hablando cada uno de sí mismo.

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