Que la sociedad evoluciona continuamente es algo irrebatible, los roles de género, los modelos relacionales y las preocupaciones y los tiempos en los que se dan, o no, los hitos vitales, están sometidos a un constante cambio.
Después de una encuesta realizada en nuestras redes sociales nos sorprendió observar como la mayoría de los 200 participantes de la encuesta coincidían en que existía una presión social para tener pareja. Compartían cómo se habían sentido presionados en situaciones concretas donde habían recibido comentarios no solicitados (desde la presión o desde la lástima) por parte de camareros, de sus familiares en celebraciones, e incluso de amigos cercanos por el hecho de estar solteros. Por otra parte, nos comentaban cómo además de estos comentarios directos, las películas, los libros y la música (aunque cada vez hay más diversidad) exponen un modelo bastante limitado de comportamiento que sitúa a la pareja como núcleo más importante de la vida social, especialmente a partir de los 25 años.
Aproximadamente un 40% de los participantes afirmaba que esta presión social le había afectado psicológicamente.
Una parte de la población soltera puede estarlo por qué no encuentre a una pareja que se adecúe a lo que busca, pero también existe un porcentaje de esta población que no tiene pareja porque no lo desea. Sin embargo, parece que la lectura social que prevalece hoy en día es que si no tienes pareja es porque no puedes (“Nadie te ha elegido”) y no porque no quieres (“Tú eliges no estar con nadie”). Es decir, que nos encontraríamos frente a una imposición en lugar de a una elección.
Esta lectura negativa, este estigma, puede ser uno de los pilares fundamentales que afecta a la salud mental, tal y como relatan los encuestados. De esta manera, en una sociedad donde la opinión que los demás tengan de uno es algo muy importante, (especialmente en “el mundo perfecto” que se suele mostrar en las redes sociales) el no tener pareja y dar una imagen de “soledad impuesta” puede llegar a afectar en gran medida a la autoestima, a la percepción de valía y a la confianza que uno tiene en sí mismo.
Esta presión parece ser, además, especialmente punzante para las mujeres, que afirman que se ven más presionadas, además, cuanto mayores son. Teniendo que hacer frente también a estigmas relacionados con la maternidad, que parece que en el caso de los hombres no se muestran tan visibles.