Parece increíble que algo tan sencillo como buscar una lista de reproducción en una plataforma pueda llevarnos a encontrar algunas con el nombre de “lista de masculinidad” o­ “lista de masculinidad frágil”. ¿Qué es esto? ¿Qué es la masculinidad? ¿Tiene que ver con la orientación sexual o con el género?

Es importante clarificar que la masculinidad no es más que un constructo social, por lo que no se debe asociar a un sexo, un género u orientación sexual. De hecho, no hay un único modelo de masculinidad, pues este concepto se va construyendo por todos en sociedad. Desde pequeños nos han enseñado la diferencia entre lo masculino (atribuido socialmente a los hombres como constructo) y lo femenino. Lo masculino se ha vinculado a la fortaleza, a la rudeza, la protección y casi a la extirpación emocional (no se deben mostrar los sentimientos). “Un hombre no puede tener rasgos o conductas femeninas, no puede expresar emociones como tristeza o miedo ni verse desbordado emocionalmente”. Esto es lo que hoy en día muchas personas nombran como “masculinidad frágil”, es decir, aquellos hombres que tienden a esconder sus emociones, aparentar ser “fuertes”, poderosos y estables. ¿Qué función tiene esto? desde un prisma reduccionista y basándonos en la sociedad de hace unas cuantas décadas, el hombre era el que trabajaba y la mujer se dedicaba al cuidado familiar, por lo que el rol emocional se le asignaba a ella y no al hombre. Por tanto, este no se tenía que preocupar de los problemas domésticos y de cuidado, si no en traer dinero para el mantenimiento y subsistencia de la familia. Siguiendo esta postura, podemos darnos cuenta de cómo siguen quedando resquicios machistas y homófobos nutridos por el miedo a expresar esa parte más “femenina” ya que se pueden vincular con una orientación o identificación sexual diferente, y esto, hace no tanto, estaba penalizado socialmente e incluso legalmente.

Además supone mucha exigencia hacia el hombre, pues parece que no puede expresar emociones, derrumbarse cuando lo necesite o cuidarse física y psicológicamente. Hay una asociación muy fuerte entre “si esta persona actúa así o expresa esto… es afeminado, es vulnerable o no es hombre”. Es aquí donde aparece un punto muy importante a nivel psicológico, pues cada vez aparecen más personas en consulta reclamando su espacio de vulnerabilidad y de poder expresar esas emociones que a nivel social parecen invalidarle. No emocionarse no significa no sentir, si no que por la educación recibida, la presión de la sociedad y los patrones establecidos esta persona concibe que es mejor reprimir (de forma consciente o inconsciente) esas emociones a expresarlas y exponerse. Como ya hemos mencionado en anteriores blogs, las emociones funcionan como una olla a presión, en la que las vamos almacenando poco a poco hasta que ya no podemos más y explotamos. Las emociones no se diluyen ni desaparecen, están ahí para darnos información y taparlas o esconderlas solo hace que aparezcan de otras maneras menos adaptativas, como pueden ser síntomas de ansiedad, desplazamiento de enfados hacia otras personas, justificaciones que encajen con como actúas y un largo etcétera. Parece que cada vez más, al menos en el ámbito de la salud mental, la figura masculina empieza a neutralizarse permitiendo estos “cuidados”, pero aún queda un largo camino en este cambio social.

¿Alguna vez te has sentido así? ¿Consideras que esto está cambiando poco a poco? Cuéntanos

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