Los límites y el cómo ponerlos es uno de los grandes temas en el mundo de la educación, el cuidado y la crianza. Y como tantos otros, es un tema que no está exento de controversia. Por un lado, nos encontramos escuelas, familias y profesionales que abogan por que los límites son la base de la educación, un pilar imprescindible en el desarrollo y crecimiento de los más pequeños. Por otro lado, otro gran grupo se posiciona de manera clara en contra de esta idea, afirmando que el establecimiento de límites es igual a la represión y a la coartación de los niños/as, suprimiendo así sus capacidades y habilidades. 

¿Qué son los límites? ¿Cómo saber si estoy poniendo demasiados, demasiado pocos o, si en definitiva estoy educando bien a mi hijo/a? Estas son algunas de las preguntas que nos formulan recurrentemente algunos padres y madres en la consulta. 

Y como cualquier pregunta compleja, no tiene una respuesta clara y que se pueda extrapolar a toda la población. Es imprescindible tener en cuenta que los niños/as no son todos iguales, y lo que a uno le ayuda a aprender a otro le puede resultar indiferente, o incluso perjudicarle de alguna manera. Por eso, no podemos olvidar que cada niño es un mundo, (exactamente igual que cada adulto), y que, por lo tanto, tendremos que esforzarnos en conocer y en trabajar en concreto con el mundo que tenemos delante. 

Tipos de límites. 

Existen 3 tipos de límites que es imprescindible diferenciar. Evania Reich los explica en su libro (“Infancia: La edad sagrada”) de la siguiente manera: 

1.- “El límite que precisa ser respetado” (Respeto en la relación con los demás).

2.- “El límite que precisa ser traspasado” (Los miedos y las limitaciones).

3.- “El límite que precisa ser desarrollado” (El límite interno que regula la impulsividad y preserva la privacidad). 

Clave para poner límites: 

Es fundamental que el adulto se planteé y tenga claro para qué pone cada uno de los límites y por qué los está poniendo. Es interesante reflexionar sobre cuándo establecemos un límite como forma de ayudar al niño y cuándo lo establecemos motivado por nuestra impaciencia o irritación. 

Y, por último, otro de los conceptos clave, que está muy relacionado con el establecimiento de límites, pero que además es un tema recurrente en la crianza y educación de niños y adolescentes en general, la autorregulación.

Gracias a este fenómeno, un niño de 9 años va a ser capaz de expresar su enfado sin agredir a personas o a objetos, por ejemplo. Y muchas veces éste es el objetivo final que quieren alcanzar los padres poniendo límites.  Lo que no se nos puede olvidar, es que, para que este objetivo sea alcanzable por nuestros niños/as, previamente se ha tenido que dar la heterorregulación. Que es el proceso mediante el cual los padres y educadores ayudan al niño/a a sostener, reelaborar y resignificar estados emocionales o situaciones que el pequeño todavía no es capaz de gestionar. 

¡En futuras entradas al blog profundizaremos más sobre estos conceptos!

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