Actualmente oímos hablar constantemente sobre el TDAH, especialmente en niños, asociando este diagnóstico a presentar dificultades en la atención, funciones ejecutivas, memoria de trabajo, impulsividad, hiperactividad…

En muchos casos se realizan pruebas estandarizadas donde se confirma dicho diagnóstico, pero en muchos otros casos nos autodiagnosticamos como “persona con TDAH” porque nos sentimos identificados con las características de esta etiqueta, cuando muchas veces podemos presentar, tanto de adultos como de niños y adolescentes, otras dificultades que tienen como consecuencia síntomas similares al TDAH sin tener necesariamente este diagnóstico.  El problema de esto es que cuando nos ponemos una etiqueta desde sus características y no porque hayamos hecho una evaluación, no lo abordamos desde su origen real y por tanto, solo sirve para justificar muchas de las cosas que nos ocurren pero no para hacer algún cambio en ello.

Algunas de las dificultades asociadas a la posibilidad de presentar dificultades de atención, pueden ser emocionales. Por ejemplo, cuando nos encontramos en un momento de gran malestar emocional (como puede ser un proceso de duelo), es normal que la atención disminuya y nos sintamos menos productivos. La motivación es uno de los principales componentes que interfieren sobre la atención y cuando nuestro estado de ánimo es bajo la motivación disminuye en general, pero ocurre especialmente en actividades que suponen un esfuerzo cognitivo grande y por tanto, que requieren mayor atención (por ejemplo, en los estudios o el trabajo). Por otro lado, el malestar a nivel emocional, interfiere de manera directa sobre la velocidad de procesamiento a la hora de realizar tareas, y esto también hace que, en muchos casos, nuestra calidad atencional también sea menor.

Por otro lado, también se puede relacionar con el malestar emocional en muchas ocasiones la impulsividad (síntoma también asociado directamente con el diagnóstico de TDAH). La impulsividad es una característica de la personalidad y podemos nacer siendo más propensos a ser más impulsivos o más reflexivos, y en función de nuestras experiencias vitales y cómo hayamos aprendido a regular nuestras emociones vamos a tender más hacia la impulsividad o a reflexionar antes de actuar desde un lado emocional. Por tanto, en muchas ocasiones no tiene por qué estar ligada esta característica a una etiqueta, sino que puede ser por la forma que hemos aprendido a regular nuestras emociones y por el momento vital en el que nos encontremos.

Por tanto, tanto en el caso de los niños y los adolescentes como de los adultos, es importante que si tienes dudas sobre si tienes TDAH o quieres profundizar en las posibles causas de estas características, acudas a un profesional que pueda orientarte para darte un diagnóstico más exacto y desde ahí poder abordar estas dificultades desde su origen.

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