En el blog anterior definimos los conceptos de pérdida y duelo, intentamos ver qué factores podían desencadenar un duelo complicado y qué características comunes nos podíamos encontrar en las personas que habían perdido a algún ser querido a causa de la COVID-19.

En esta entrada al blog nos vamos a centrar en cómo trabajamos la pérdida y el duelo con NIÑOS, NIÑAS y ADOLESCENTES. Todos conocemos las famosas etapas del duelo propuestas por Kubler-Ross (1973): negación, rabia, negociación, depresión y aceptación, pero es interesante comprender el enfoque de Lenore Terr, que habla de cuatro etapas que afectan de manera más específica a los niños/as. Estas etapas son: negación, protesta, desesperación y resolución.

Durante el paso de los años, los niños/as se enfrentan a muchos tipos de perdidas (relaciones de amistad, cosas materiales, costumbres e incluso la muerte de familiares queridos). La acumulación de dichas pérdidas sin una expresión emocional adecuada podrá causar estragos en su desarrollo.   

En anteriores entradas al blog, se explicaron los conceptos de autorregulación y hetero regulación, conceptos muy relacionados con la educación.  En ocasiones, la autorregulación puede verse afectada por las características propias de la educación obligatoria, y su funcionamiento, estructura, horarios…   

La autora Evania Reich nos propone el término “dosis optima” para referirse al difícil equilibrio necesario entre la frustración y la satisfacción que va a permitir y favorecer la autorregulación y la autonomía de los niños y adolescentes.

Tanto la frustración como la satisfacción son imprescindibles en el correcto desarrollo evolutivo de cualquier ser humano. En primer lugar, la frustración funciona como un espejo que nos muestras cuáles son nuestros deseos, así como nuestra manera de afrontar las distintas tareas. Además, funciona como detonante e impulsor de la creatividad y de la flexibilidad cognitiva al obligarnos a encontrar otros caminos o maneras de satisfacer nuestras necesidades. En segundo lugar, la satisfacción, nos proporciona calma, bienestar y nos ayuda a integrar nuestras diferentes sensaciones.

A partir de estos dos principios, de la autorregulación y la dosis óptima, la autora, basándose en las características comunes del comportamiento de padres, establece distintos modelos o patrones de crianza. Según predomine en ellos la frustración o la permisividad (lo que generará distintas dificultades). 

Si nuestro patrón educativo se caracteriza por una excesiva frustración, muy probablemente nos vayamos a encontrar niños/as que se pueden volver miedosos, con baja autoestima y desconfiados. 

Sin embargo, si nuestro patrón se caracteriza por una permisividad excesiva podemos hacer que nuestros hijos tengan claras dificultades a la hora de aceptar los límites que le ponen otros o incluso a la hora de generar ellos mismos sus propios límites (Proceso imprescindible, como se explicó en el anterior blog de Límites: ¿Buenos o Malos? Un nuevo enfoque). 

El modelo más sano es aquel que logra encontrar un equilibrio entre a satisfacción y la frustración, puesto que así se fomentara el desarrollo de personas autorreguladas, más capaces a la hora de lidiar con diferentes problemas y manejar las emociones.

En futuras entradas al blog, hablaremos en profundidad sobre todos los estilos de crianza, ejemplos prácticos y comportamientos típicos tanto de los padres como de los niños en tales estilos.

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