Estamos tan acostumbrados a correr para todo, a tener tan alto nivel de agobio, que nuestro cuerpo se ha habituado a segregar niveles elevados de cortisol (hormona del estrés). Por esto, incluso cuando tenemos días libres acabamos buscando esos “agobios” en las pequeñas cosas, pues nuestro cuerpo ya se ha familiarizado a convivir con estas hormonas tan estresantes que nos ayudan a agilizar en momentos de emergencia o peligro. Pero, y ahora ¿qué emergencia hay? ¿son estas situaciones realmente estresantes para vivirlas de esa manera? Y es que, igual que nuestro sistema nervioso ha automatizado la segregación hormonas como el cortisol en momentos que al analizarlos detenidamente no son amenazantes, hay que acostumbrarle también a dejar de hacerlo. ¿Cómo?
El primer paso es la conciencia emocional, y es que no podemos cambiar algo si no somos conscientes de ello. Por lo tanto, el ejercicio número uno es “SER CONSCIENTE DE NUESTRO ESTADO. DE NOSOTROS MISMOS”. Estar presente con nosotros mismos para darnos cuenta de como estamos emocionalmente: ¿estoy nervioso/a? ¿estoy triste?…
El segundo paso se centra en aunar la emoción y el cuerpo, y es que esto siempre está conectado. Por ello, muchas veces sentimos agarrotamiento en el cuello, dolor muscular, retortijones… y es que estamos experimentando la sensación fisiológica de una emoción. Es muy importante detectar en qué parte de mi cuerpo estoy sintiendo esa emoción, pues me ayudará a detectar cuándo me estoy sintiendo de una manera u otra de forma más directa y además me servirá para cuidar mi mente a la vez que cuido mi cuerpo. Masajea tu vientre, haz estiramientos, masajéate la sien… es decir, cuida esa parte en la que sientes molestias.
Una vez que hemos identificado la emoción y en qué parte del cuerpo la sentimos, el tercer paso es más cognitivo, pues se basa en analizar ¿por qué podemos estar sintiéndonos así? ¿Existe algún motivo para estar estresado/a, triste, alegre…? No se trata tanto de buscar una explicación sino de analizar por qué me siento de esa manera en ciertos momentos. Hay veces que encontraremos respuesta a esta pregunta y otras veces no. Si no la encontramos, no hay que enroscarse aquí, pues posiblemente exista algún motivo, pero no hemos detectado esa unión o ese estímulo que puede provocarlo. Muchas veces no es una situación, sino un olor, un recuerdo, un pensamiento fugaz, un sueño…. Por lo tanto, no es tanto el saber por qué sino saber cómo: ¿cómo estoy? ¿qué necesito para cuidarme? Y darte eso que necesitas.
Estos pasos, como mencionamos al principio, no ocupan apenas tiempo, y se pueden realizar en cualquier lugar y en cualquier momento. No es tanto “el no tengo tiempo”, sino el “no tengo tiempo para qué”. Cuidarse a uno mismo es el primer peldaño para poder cuidar. Dedicarse tiempo a sentirse y escucharse es un básico para poder entenderse.