No es arriesgado decir que la difícil situación a la que nos hemos enfrentado y a la que nos seguimos enfrentando durante el último año nos ha afectado a todos. Durante los meses de confinamiento estricto, nuestra atención estaba enfocada en las muertes, en las medidas, en los picos y en los contagios. También en las residencias, en las madres y padres trabajadores a cargo de niños pequeños y en la conciliación laboral. Todos tuvimos que adaptarnos a las nuevas circunstancias en la medida en la que nos fue posible. Sin embargo, hay un grupo que tuvo y sigue teniendo que hacer grandes esfuerzos por adaptarse a esta situación.
Para los adolescentes, esta situación ha supuesto, sobre todo, un alto grado de exigencia por parte de un mundo que les pedía que se olvidaran de sus prioridades (quedar con sus amigos, abrazarse, encontrarse a sí mismos…) para adaptarse a una situación difícil y extraordinaria.
Actualmente se les exige que se adapten al uso de las nuevas tecnologías aplicadas a su educación (a lo que no todos estaban acostumbrados). Muchos tienen plataformas diferentes para cada una de las siguientes actividades: que mantener reuniones con sus tutores, comprobar su tarea, entregar sus trabajos y revisar conceptos para los exámenes. Además, su asistencia a colegios o a institutos también ha cambiado, ahora ya no van a clase todos los días, sino día sí, día no, o incluso semana sí, semana no. E incluso para aquellos que siguen asistiendo a sus centros educativos día a día todo ha cambiado, puesto que ahora están en grupos burbuja separados de sus amigos a quienes no pueden ver en su jornada escolar.
Durante este periodo hemos podido observar cómo a muchos de ellos se les ha pedido que se adapten a todas estas circunstancias con una madurez y una entereza que mayoritariamente no sólo no tienen, sino que además no pueden tener, debido a su momento evolutivo y a su correspondiente desarrollo neurológico.
Además, la adolescencia es la etapa en la que el proceso de construcción de la identidad vive su mayor crisis (Cornejo, 2009). Este proceso se basa, principalmente en la interacción con el grupo de iguales, los amigos, en el contexto social, en las notas, las primeras relaciones afectivo sexuales, y otros aspectos que se han visto gravemente comprometidos a raíz de la situación que estamos viviendo.
Todo esto nos ayuda a entender el aumento de demanda de atención psicológica, tanto por parte de los padres de los adolescentes como por ellos mismos. Actualmente en la consulta nos estamos encontrando cada vez más frecuentemente con adolescentes con altos niveles de malestar a nivel anímico, que experimentan síntomas de ansiedad y depresión. Muchos de los adolescentes se viven actualmente sin recursos para hacer frente a sus sentimientos de tristeza, desasosiego o sensación de vacío y malestar, lo que respalda el aumento de la incidencia de autolesiones y de intentos autolíticos en adolescentes en los últimos meses.
Por eso desde, os animamos a que si lo estáis pasando mal, si os sentís identificados con alguna parte de este texto lo habléis con alguien cercano y pidáis ayuda