Actualmente cada vez se está extendiendo más el término “inteligencia emocional” y la importancia de educar en las emociones. ¿Pero sabemos realmente lo que son?  

Durante mucho tiempo, las emociones han permanecido en un segundo plano, e incluso han sido algo que hay que evitar cuando éstas producen un malestar. Se ha dado mucha más importancia a la parte racional y cognitiva. Sin embargo, las emociones, son respuestas involuntarias que produce nuestro organismo desde que nacemos y que indican estados internos personales, motivaciones, deseos y necesidades. Y estas emociones y las experiencias que las provocan, involucran un conjunto de cogniciones y creencias sobre el mundo que influyen en nuestro modo de percibir las situaciones. Por tanto, es importante conocer nuestras emociones y qué hace que nos sintamos así, porque es lo que nos va a ayudar a atender a nuestras necesidades.

El psicólogo Paul Eckman identificó seis emociones básicas que, según él, se experimentan de forma universal en todas las culturas humanas. De estas emociones básicas nacen otras emociones más complejas y todas ellas tienen una función adaptativa:

-Enfado: cuando sentimos la emoción de enfado, nuestro cuerpo se activa, aumentando la frecuencia cardiaca y respiratoria. La amígdala prepara al cerebro para que reaccione desde un lado mas emocional que racional. Esta activación nos permite llenarnos de energía para responder ante distintas situaciones que sobrepasan nuestros límites.

Tristeza: Cuando estamos tristes se produce una reducción de los niveles de serotonina y un enlentecimiento metabólico. Esto produce desmotivación, falta de energía, falta de apetito, dificultades de concentración… Esta emoción nos permite darnos un tiempo para adaptarnos ante pérdidas significativas.

Miedo: Cuando tenemos miedo, aumenta nuestra frecuencia cardiaca, la sudoración y el tono muscular. La amígdala activa las áreas del cerebro que se encargan de la preparación de las funciones motoras involucradas en la lucha o huida. Esta emoción nos ayuda a adaptarnos y elaborar estrategias ante situaciones de peligro, es decir, nos ayuda a protegernos a modo de supervivencia.

-Alegría: Cuando estamos alegres se produce un aumento de la frecuencia cardiaca y de la presión sanguínea. Se segrega dopamina, serotonina, endorfinas y oxitocina. Gracias a esta emoción, podemos resultar atractivos para nuestros semejantes, lo que aumenta la probabilidad de reproducir la especie. Además, facilita crear nuevos vínculos con desconocidos, incorporándolos a nuestro grupo de apoyo, o mantener los lazos afectivos existentes.

-Asco: sentimos asco ante estímulos que pueden ser peligrosos para nosotros y que pueden comprometer nuestra salud. Por ejemplo, comidas podridas que pueden hacer que enfermemos, la falta de higiene que nos indica que podemos contagiarnos con diferentes gérmenes, olores fuertes que nos indican que algo puede estar en mal estado, fluidos corporales que pueden representar vehículos de contagio de enfermedades, algunos animales como las ratas ya que nos pueden transmitir enfermedades.

-Sorpresa: Cuando un evento provoca sorpresa se activan los sistemas atencionales, provocando una focalización inmediata sobre el estímulo que provoca dicha emoción.  Esta emoción podría suponer funciones importantes para el sujeto como por ejemplo, lograr afrontar de manera efectiva los cambios relevantes o repentinos de su entorno.

Muchas veces, las emociones esconden otras emociones distintas que por diversos factores no podemos expresar, por ejemplo, a veces los enfados esconden otras emociones como tristeza o miedo, y esto hace que expresemos en forma de enfado una emoción diferente. Por eso, es importante que cuando una situación nos produzca malestar, nos paremos a conectar con la emoción que sentimos y qué hace que nos sintamos así para poder atender a lo que necesitamos.

Si quieres saber más sobre las emociones, no dudes en contactar con nosotras.

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