Hay muchas definiciones sobre qué es el trauma. Hemos intentado formular una definición sencilla para poder entender la complejidad de este tema. A grandes rasgos se considera un hecho traumático a aquello que aparece inesperadamente en la vida de una persona, genera mucho malestar y ésta no puede hacer frente a ello, no tiene recursos suficientes para afrontarlo. Por tanto no hay una asignación clara de qué es traumatizante y qué no lo es, ya que depende de los recursos propios de la persona, de su capacidad de adaptación y de afrontamiento y del malestar que genera esta situación en la persona, además de otros factores.
En este blog nos vamos a centrar sobre todo en el trauma interpersonal, ya que los hechos traumáticos interpersonales son los más traumatizantes. Es decir, cuando ante un trauma existen otras personas, siempre va a resultar más complejo de gestionar, sobre todo si las personas que participan en la situación traumática son las mismas que me tienen que cuidar o mis referentes. Por tanto podemos llamar trauma complejo a aquel derivado de la relación que tiene el menor con sus figuras de apego (padres, cuidadores…) cuando esta relación es de maltrato, negligencia, falta de mirada, aprecio, cuidado, protección, sintonía, afecto, seguridad, regulación emocional… Los seres humanos somos seres sociales, y desde que nacemos necesitamos al adulto para que nos cuide y nos proporcione lo básico para sobrevivir (alimento, cuidados, hogar…), nacemos vulnerables y dependientes de otro, por lo que si este otro es una persona que provoca los estresores mencionados anteriormente, podremos sufrir un trauma complejo.
En consulta muchas veces nos encontramos personas que tienen mucho miedo a sentir ciertas emociones y asocian que estas emociones pueden ser peligrosas para ellos, es decir, sentirme triste de adulto me conecta con momentos en los que me sentí muy triste de niño y no supieron consolarme y cuidarme, por lo que sentirme triste actualmente me da mucho miedo y evito sentirlo haciendo cosas todo el tiempo. Como este ejemplo pueden darse diferentes situaciones, donde la persona que viene a terapia tiene mucho miedo a conectar con algunas emociones, porque en los momentos en los que las sintió no se sintió cuidado o no sintió que cuidaran estas emociones y le hicieron mucho daño. De ahí que exponerse en la actualidad pueda suponer mucho miedo a que vuelva a suceder lo mismo.
El vínculo terapéutico (la relación que se produce entre el paciente y el psicólogo) es una de las cosas más importantes a tener en cuenta en un proceso de terapia. Esta relación siempre tiene que ser de cuidado, seguridad y mirada incondicional. Desde esta base se va pudiendo trabajar muy poco a poco la conexión con el cuerpo, con las emociones, con los recuerdos y con el presente-pasado. El terapeuta acompaña al paciente dando orden a lo que la persona trae a consulta, a veces lo traduce para que sea más fácil de entender, le da otro enfoque o lo expone y acompaña en ese dolor emocional. De esta manera la persona que viene a terapia puede poco a poco sentir y entender que lo que vivió en ese momento a pesar de ser muy doloroso, no es lo que tiene por qué pasar en todas las relaciones ni en el presente, y que sentir no es igual a recibir daño, si no que a veces podemos sentir y nos pueden cuidar o podemos cuidarnos nosotros mismos.