El 10 de octubre es el día internacional de la salud mental y queremos dedicar esta entrada a ello, pues engloba toda nuestra profesión.
Cuando hablamos de salud mental, es importante hacer este énfasis en la palabra salud (promoción y prevención del bienestar mental) y no como estamos acostumbrados de hacerlo en la enfermedad y el trastorno.
Vivimos en una sociedad que se centra constantemente en la reparación e invierte en esto y planes de acción tardíos. De hecho, nuestro país es de los países que menos invierte en salud mental y en prevención de Europa, algo sorprendente con el sistema sanitario público tan extraordinario y preparado que tenemos. Esto se entiende cuando nos fijamos en los siguientes datos, y es que España es uno de los países con menos psicólogos en salud mental por la vía pública. Ir al psicólogo es considerado un privilegio y accesible para unos pocos. Los psicólogos de la sanidad pública están colapsados con listas de espera interminables, por lo que solamente pueden atender con frecuencia aquellos casos de mayor gravedad o que requieren un tratamiento más inmediato. Para entender esto es importante tener en cuenta que el tratamiento psicológico es un proceso, y a diferencia de otras áreas de la salud el bienestar mental requiere un tiempo, frecuencia y duración determinada, por lo que si no se realiza así el proceso queda sin terminar. Es decir, si una persona al inicio del proceso terapéutico acude al psicólogo una vez al mes, el efecto que esta terapia puede tener es inapreciable. Es por ello que por muy profesional que sea el equipo de salud mental público, la carga de trabajo y el colapso en sus agendas impide realizar un proceso terapéutico de calidad, por lo menos en aquellas personas cuyo proceso no requiere ingreso o no es de alta gravedad.
Es cierto que cada vez se le da mayor importancia social y concienciación al ámbito de la salud mental, pero se sigue sin invertir en prevención, cuando se ha demostrado que es más rentable económicamente que hacerlo en los propios tratamientos. La detección temprana, la psicoeducación en los centros escolares y la formación del personal sanitario en atención primaria sobre el área mental, ahorraría grandes cantidades de dinero a medio y largo plazo y mejoraría la calidad de vida de muchas personas.
La pandemia del COVID-19 ha sacado a relucir la importancia de saber estar con uno mismo, de cuidar la salud mental, parar, mirar hacia dentro y darse cuenta de que hay cosas a las que no hemos prestado la suficiente atención y que empiezan a llamar a la puerta, comienzos de sintomatología ansioso-depresiva ante esta situación tan desconcertante y difícil. En los últimos meses ha aumentado notablemente la necesidad de ir al psicólogo, y seguirá aumentando. Démosle la importancia que tiene, invirtamos en el pre y no en el post, trabajemos juntos hacia un sistema sanitario de salud y no de enfermedad.