Para iniciar este blog es importante hacernos una pregunta: ante los conflictos ¿qué suelo hacer? ¿cómo suelo actuar? Aunque la respuesta está limitada según el tipo de conflicto o el entorno con el que tenga esa dificultad, generalmente solemos tener una tendencia sobre cómo nos solemos posicionar ante los conflictos. En esta entrada vamos a hablar sobre qué cosas nos afectan o influyen en las discusiones y cómo podemos afrontar esto de una manera más sana.
Como se ha mencionado antes, hay que tener en cuenta que, a la hora de hacer frente a una situación tensa con otro, me va a influir mi temperamento y personalidad (si soy más inhibido o si soy más lanzado ante los conflictos), mis experiencias previas (qué recuerdo yo y qué asocio que sucede cuando hay un conflicto por ejemplos anteriores) y el contexto (amigos, familia, jerarquía con la persona con la que tengo el conflicto, lugar donde sucede, momento en el que sucede, etc.).
En base a esto, creamos un estilo de comunicación, es decir una tendencia con la que nos comunicamos con el otro. Estos estilos no suelen aparecer de una manera constante en todas las relaciones, si no que, aunque generalmente predomina uno de ellos en nuestra comunicación, a veces empleamos unos y a veces otros. Los estilos de comunicación son:
- Comunicación pasiva: cuando no expreso mis deseos y necesidades y cedo fácilmente ante el otro.
- Comunicación agresiva: impongo mis necesidades y deseos de manera autoritaria.
- Comunicación pasivo-agresiva: expreso mis necesidades y deseos no de manera directa, si no desde el almacenamiento o represión de estos y explotando con indirectas.
- Comunicación asertiva: expreso mis necesidades y deseos ante la otra persona sin agredir y sin anularlos.
Analizar o conocer cuál es nuestra tendencia y la de los demás es sano para anticiparnos a los conflictos o poder cuidarnos si sabemos que va a producirse una situación conflictiva. Por ejemplo, si yo sé que las personas con un estilo de comunicación autoritario o agresivo me producen mucho rechazo y tengo un jefe con esa forma de comunicarse, tendré que cuidarme estableciendo algunos límites, cuidándome antes y después de los contactos con esta persona, etc. O por ejemplo si sé que un tema concreto me supone un malestar muy grande, quizá tenga que mirarme más o prepararme más cuando tenga que abordarlo o determinar con quién sí quiero abordarlo y con quién no.
Otro aspecto importante es analizar mi estado en el conflicto. Hay veces que entramos en escaladas con la otra persona, donde la emoción de enfado/rabia es tan grande que nos invade y no nos permite pensar con claridad, ordenar mis ideas, inhibir respuestas hirientes, etc. Si esto sucede, es importante cortar la discusión y moverte a otro lugar para así poder rebajar la intensidad de esa emoción. Esto no quiere decir que luego no se aborde una conversación sobre la discusión, si no que ese momento no es el más adecuado para comunicarse. Poder hablar sobre lo que ha sucedido es imprescindible, pues todas aquellas cosas que no se aclaran o se abordan se acaban enquistando y saliendo de diferentes maneras, como por ejemplo con un tono pasivo-agresivo, con síntomas (si mi estilo es más pasivo), sobre reaccionando en otras conversaciones, etc.
Estos son ejemplos de algunas cosas que podemos ir haciendo con nosotros mismos ante una situación que nos produce malestar. Todos estos ejemplos tienen en común una cosa: mirarnos y analizar cuál es nuestra tendencia para así poder hacer algo con ello.
En resumen ante un conflicto es importante tener en cuenta:
-El estilo de comunicación que estoy teniendo.
-La tendencia de mis conflictos y conocerme para poder cuidarme.
-Si estoy entrando en escalada y me noto muy activado, cortar el conflicto.
-Hablar después del conflicto.
Si sientes que necesitas ayuda con alguno de los puntos mencionados anteriormente contáctanos y te informamos sin compromiso.