Todos hemos oído alguna vez hablar de la terapia psicológica, pero ¿sabemos realmente lo que es? Existen muchas ideas erróneas sobre la figura del psicólogo y el proceso terapéutico, como que el psicólogo es una persona que te aconseja sobre lo que tienes que hacer en distintas situaciones, o que te realiza un diagnóstico con su correspondiente etiqueta para llevar a cabo un tratamiento específico. En este artículo, os explicamos en qué consiste el proceso de la terapia.
Por un lado, las primeras sesiones ocupan una primera fase donde se establece una toma de contacto con el paciente y se recogen sus necesidades. Durante estas sesiones, el psicólogo recoge toda la información sobre el motivo de consulta del paciente y, además, se centra en saber la historia de éste y diferentes aspectos sobre su contexto, para poder conocerle mejor y abordar en mayor profundidad el motivo de consulta y su origen.
Otro aspecto importante en estas primeras sesiones, es el vínculo que se establece entre el paciente y el psicólogo. El vínculo terapéutico es uno de los aspectos más importantes a lo largo de todo el proceso, ya que durante la terapia se trabajan aspectos muy profundos, personales y dolorosos para el paciente y es importante encontrar a un terapeuta con el que te sientas cómodo para ello.
Una vez el psicólogo ha recogido la información, empieza el proceso de la intervención. Esta fase es la más duradera del proceso de terapia. Consiste en que el paciente vaya haciendo consciente y entienda las distintas emociones que siente en cada momento o situación y que poco a poco pueda ir descubriendo qué necesita en consecuencia. Para ello, se realiza un abordaje profundo de la historia de vida del paciente, donde pueda entender por qué en la actualidad se relaciona con su contexto de una manera determinada y por qué dicho contexto le despierta distintas emociones y lo que suponen para la persona, y por otro lado, las defensas que le impiden conectar con éstas.
Este proceso suele ser duradero, ya que muchas veces es difícil revivir situaciones del pasado que nos han generado malestar y siempre hay que seguir el ritmo del paciente para ello, pero es necesario hacer este proceso para que el paciente pueda conectar con ese tramo de su vida y procesarlo desde la situación actual y ser consciente de cómo afecta al presente. En esta fase, incluso es habitual encontrar miedos y resistencias al cambio, porque a lo largo de nuestra vida aprendemos distintos mecanismos que nos ayudan a corto plazo a paliar un malestar que estamos viviendo, y ese mecanismo reaparece en las situaciones de malestar, impidiéndonos muchas veces realizar un cambio o atender a nuestras necesidades reales.
Por otro lado, una vez el paciente haya realizado este proceso, se realiza una fase de seguimiento. Una vez el paciente comienza a interiorizar lo trabajado durante el proceso y, en consecuencia, sentir mejoras a nivel emocional en su día a día, las sesiones empiezan a espaciarse y se realiza un seguimiento de sus avances y se continúan reforzando los aspectos que sean necesarios.
Por último, es importante realizar un cierre del proceso de la terapia cuando éste finaliza y cuando el paciente se siente preparado para ello. En esta fase, se prepara al paciente para dejar de venir a terapia y se consolidan los cambios que la propia persona ha ido realizando en su día a día a lo largo de todo el proceso.
Es importante tener en cuenta que, a pesar de que las fases del proceso terapéutico son comunes, cada terapia es diferente y todas nuestras historias de vida y los aprendizajes que realizamos en ellas son distintas, por lo que la duración y el ritmo que necesita el paciente para que se produzcan cambios y para avanzar en el proceso varían en función de las necesidades de cada uno.
En el próximo blog hablaremos sobre las resistencias que presentamos muchas veces durante el proceso terapéutico, ¡No te lo pierdas!