Los TCA suelen relacionarse exclusivamente con dificultades con la imagen corporal, pero sin embargo y aunque en la mayoría de los casos la imagen corporal suele ser la principal fuente de malestar, el problema puede ir mucho más allá del cuerpo. A veces detrás de un trastorno de la conducta alimentaria nos encontramos una angustiosa necesidad de control, una mala gestión emocional, dificultades familiares y sociales y también problemas de autoestima. Hoy os vamos a hablar de cómo solemos trabajar en terapia este tipo de dificultades: En primer lugar, es importante que ampliemos el autoconocimiento y que aumentemos el auto apoyo. Además, tendremos que atender a las emociones, deseos y necesidades que no están siendo tenidas en cuenta y que se pueden estar expresando a través del síntoma.

¿Cuándo comienza a ser un problema? Podemos identificar que tanto nosotros mismos como gente de nuestro alrededor está experimentando este problema, cuando notamos que se dedica tanto tiempo, energía y espacio mental a conductas o pensamientos relacionadas con la imagen corporal, restricción o purga alimentaria, ejercicio…  que resulta limitante en nuestro día a día. Aunque por supuesto, es imprescindible que si tienes cualquier sospecha consultes con un profesional, que además puede ayudarte a que no se agraven los síntomas, puesto que a medida que pasa el tiempo éstos tienden a agravarse.

Actualmente se podría considerar los comienzos de un trastorno de la conducta alimentaria como una “enfermedad sin consciencia”: puesto qué especialmente en adolescentes y adultos jóvenes no se suele ver de manera negativa que alguien se salte alguna comida de vez en cuando. “Pero si yo solo me salto alguna comida de vez en cuando”, “Es que estoy a dieta”, o mensajes tan faltos de realidad como: “Yo hago x, porque me encanta cuidarme”.

Estos síntomas siempre nos van a avisar de que hay una dificultad o un desequilibrio emocional. Desde terapia vamos a ver y a trabajar con la persona que hay debajo del TCA, Y vamos a dar un espacio de total apoyo, comprensión y escucha donde la persona sea la protagonista y no su síntoma, el cual irá perdiendo paulatinamente su función a medida que la persona comience a escuchar a su cuerpo sus emociones y sus necesidades.

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