En este blog se va a hablar del miedo al abandono. Este tiene su origen casi siempre en la infancia, pero sus repercusiones se viven y se observan, además, en la adolescencia y adultez.

A las experiencias negativas vividas (o bien interpretadas como tal) en la infancia, les llamamos heridas emocionales primarias o nucleares, y se refieren a vivencias negativas que se experimentan a una edad temprana a raíz de un suceso o situación dolorosa. Este suceso o experiencia puede ser puntual o mantenerse en el tiempo. Pongamos varios ejemplos para diferenciar cuándo hablamos de experiencias “objetivamente” negativas y cuándo de experiencias “interpretadas” como negativas.

En el primer caso nos podemos encontrar una vivencia de abandono al fallecer uno de los progenitores, en el segundo, nos podemos encontrar esta misma vivencia pero ante una causa distinta. Ante el caso, por ejemplo, de un progenitor que trabaja mucho fuera de casa, y no comparte tiempo con el niño, a pesar de que no haya intención de abandono.

Para las personas que han vivido estas experiencias en su infancia, el experimentar la soledad o la falta de conexión en su posterior desarrollo, les puede llevar a sentir un profundo malestar emocional y solemos observar que dichas personas intentan evitar este malestar. Esta evitación puede llegar a ser muy dañina, puesto que nos puede llevar a:

  • No establecer correctamente límites que protejan mis deseos y me ayuden a satisfacer mis necesidades.
  • Confluencia: Me dejo llevar completamente por los deseos de la otra persona, “no tengo ni voz ni voto”.
  • Establezco relaciones tóxicas, donde soy muy dependiente del amor y del cariño de la otra persona, tengo problemas de confianza, celos…
  • En la edad adulta, podríamos ver que estas personas tienen dificultades a la hora de estar soltero/as. Pudiendo incluso llegar a solapar una relación con la siguiente.

Todas estas manifestaciones perseguirían el objetivo de no volver a sentirse abandonados, o de no volver a conectar con sentimientos de soledad. Y, aunque en menor medida, también nos podríamos encontrar con expresiones opuestas: En este caso observaríamos a personas que inconscientemente podrían actuar desde el “yo no me voy a vincular con nadie para que no se pueda repetir el abandono” , “no voy a confiar en nadie, y así nadie me podrá dañar”.

En general las personas que han tenido estas experiencias tempranas se muestran inseguras y ambivalentes en sus relaciones, puesto que sus vivencias les hacen estar:  por un lado celosos o vigilantes con su pareja y por otro complacientes y/o sumisos, lo que les provoca gran malestar.

Si crees que este puede ser tu caso, que puedes estar en una relación de este tipo y te gustaría trabajarlo a nivel psicoterapéutico o quieres saber más sobre el tema ¡No dudes en escribirnos o pedir cita online con nosotras!

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