La familia es el primer núcleo social al que nos enfrentamos cuando somos pequeños, por lo que ya sea sano o no este círculo, tiene un gran peso en el desarrollo psicológico de menor.

Las familias son muy diversas, y cada vez más. Actualmente nos encontramos familias monoparentales, familias con hijos, sin ellos, homosexuales, heterosexuales y un largo etcétera. En general si realizamos una mirada hacia el pasado, las familias anteriores tendían a un mayor hermetismo o menos normalización del área emocional que las familias de hoy en día. En la actualidad, se le está dando más importancia a las emociones, ya que se ha comprobado que tienen un papel importantísimo y necesario, y no atenderlas puede tener consecuencias graves como la ansiedad o la depresión. Además, hay que tener en cuenta que las familias de ahora viven en una sociedad algo menos reprimida que en épocas anteriores como pueden ser épocas de guerra o de dictadura, donde la expresión emocional era signo de debilidad en muchos casos, a veces de penalización y en general de menos espacio para la parte emocional.

A pesar de las diferencias de cada familia, hay algo común en todas ellas, y es que cada persona al conformar una nueva familia, tiene a sus espaldas una mochila propia con experiencias, aprendizajes, patrones, educación, recursos… que se han ido formando poco a poco a lo largo de su vida y que se ponen en juego en el nuevo núcleo familiar. Imaginemos por ejemplo una persona que viene de una familia en la que hablar de las emociones o expresar ciertas emociones es signo de debilidad o de malestar. Esta persona podrá llevar esto muy integrado en su mochila y no expresar emociones en su nuevo núcleo familiar pudiendo coincidir o no con su pareja dependiendo de la familia de origen de ésta entre otras cosas. De esta manera, nos encontramos que cuando una persona viene a terapia, realmente viene con muchas cosas detrás, con varias generaciones que explican cómo se ha ido conformando y qué cosas ha repetido y qué cosas no de sus padres, abuelos, tíos…

En terapia una de las cosas que trabajamos es el área familiar. Conocer nuestras familias, cómo vivieron nuestros padres, nuestros abuelos, las relaciones entre ellos, su infancia nos ayuda a entendernos, a entender qué nos ha influido, que nos ha dañado, cómo vivieron las emociones, el afecto, las normas, qué queremos de esa educación y qué no para conformar nuestra propia familia. Como explican algunos autores como Beatriz Cazurro en “Los niños que fuimos, los padres que somos” ser hijo y ser padre/madre son cosas que se entremezclan y no pueden desligarse. La infancia que hemos vivido y cómo fue ese entorno familiar nos influye directamente en la adultez, y por tanto en la manera en la que nos mostramos ante nuestros hijos y les educamos. Conocer cómo fue nuestra infancia y cómo se trataban las emociones en nuestra familia nos permite entendernos y decidir cómo queremos transmitirles esta educación emocional a nuestras generaciones posteriores.  

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